En enero, Susanne Gilliam, de 67 años, estaba yendo a recoger el correo afuera de su casa cuando se cayó al resbalar sobre una capa de hielo negro. Sintió una punzada de dolor en la rodilla y el tobillo de la pierna izquierda. Después de llamar a su marido por teléfono, logró regresar a su casa con dificultad. Y así comenzó el vaivén interminable que tantas personas enfrentan cuando tienen que navegar el desorganizado sistema de salud de Estados Unidos. El cirujano ortopédico de Gilliam, que la había tratado antes por problemas en la misma rodilla, la vio esa tarde pero le aclaró: “Yo no me oc…