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Nunca he sido una chica fiestera. Cuando estaba en la universidad, nunca se me veía en bares de estudiantes, sino encerrada en mi alojamiento viendo programas de análisis de noticias. Me gusta pensar que me he vuelto más divertida en esta década, pero aun así estaba un poco nerviosa antes de mi visita a Mykonos. No tenía por qué preocuparme. Quizá es la isla más famosa del mundo por sus fiestas -que presume de sus fiestas salvajes y su decadencia, que tanto mi yo de 18 años como el de 30 rechazarían-, pero mi experiencia no podría haber sido más diferente. Cuando llegué a Kivotos Mykonos, situ…

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