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Regina Barrett, una jubilada de 69 años que vive en Monroe, una pequeña ciudad de Carolina del Norte, al sureste de Charlotte, hace tiempo que no está contenta con el agua del grifo. “Nuestra agua ha estado turbia y burbujeante, y parece lechosa”, dijo Barrett, que culpa al fluoruro, un mineral que comunidades de todo el país han agregado durante décadas al suministro de agua para ayudar a prevenir las caries y mejorar la salud dental. “¡No quiero flúor en nada!”, dijo Barrett, haciéndose eco de un número creciente de personas que no sólo dudan de la eficacia del mineral sino que también creen…

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